A través de los ojos de un masón la Historia de México

El primer Imperio Mexicano (1821-1823)

 

            El arribo a la cdmx de los insurgentes fue motivo de regocijo, pues para muchos implicaba el fin de una larga lucha. Pese a ello, había una minoría que se preocupaba, pues consideraba que esto solo marcaba el inicio de un proceso más delicado e igualmente importante en la construcción de un país. La primera acción que se tomó fue crear una Junta Provisional de Gobierno que, como su nombre lo indica, se encargaría de gobernar hasta que hubiera un emperador. Acto seguido se mandó una carta a Fernando VII en la que se le invitaba a él o uno de sus familiares a que aceptara el trono del Imperio Mexicano.

 

            Escaso tiempo pasó, cuestión de días, para que las diferencias ideológicas entre los mexicanos estallaran y muestra de ello fue el Congreso que se formó para que detentara el poder legislativo. En su interior se podían encontrar tres tendencias: monárquicos, republicanos y borbonistas. Los primero apoyaban la monarquía moderada que se había plasmado en el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba y no les desagradaba la idea de que el propio Iturbide terminara coronándose emperador del país. Los republicanos, en su mayoría insurgentes que habían peleado por la causa desde 1811 y 1812, temían que el imperio terminara convirtiéndose en un régimen absolutista controlado por Iturbide; su propuesta era copiar el patrón del gobierno de Estados Unidos, país al que veían como modelo a seguir. Los borbonistas se encontraban a la mitad pues estaban dispuestos a apoyar cualquiera de estas opciones dependiendo de quien fuera monarca; aclaraban que, si no venía a gobernar estas tierras un rey de la casa Borbón, preferían un gobierno republicano.

 

            La situación empeoró cuando llegó la respuesta del rey de España; ni él ni ninguno de sus familiares ocuparía el trono mexicano, en cuanto a que no reconocían la independencia de la Nueva España. Aunque hubo quienes desde tiempo atrás habían dicho que esa iba a ser la respuesta, la noticia cayó como balde de agua fría en México pues alteraba los planes que se tenían. En cambio, quienes más se regocijaron por la nueva fueron los iturbidistas, pues imaginaban a su líder como máximo gobernante del país. En la noche del 18 de mayo de 1822 los acontecimientos se precipitaron. Un grupo de soldados salió por las calles de la capital – hay quienes aseguran que fueron azuzados por el propio Iturbide- gritando; “¡viva Agustín I, emperador de México!” a esta proclama se le unió el pueblo y por la mañana, el ejercito. Ante esta presión tan fuerte, el congreso declaró emperador a Iturbide, sin haber terminado aún la Constitución que debía regir el imperio.

 

            A partir de este momento las relaciones entre Iturbide y el Congreso se hicieron tirantes. En principio, a los miembros del poder legislativo les irrito que se hubiera ejercido tanta presión respecto a la coronación, pero, también esta situación alteraba su funcionamiento pues ahora debían debatir sobre los títulos nobiliarios, la corte del emperador. Y dejar la Constitución en un plano secundario. El motivo de mayor tensión entre ambos poderes fue la cuestión presupuestal, pues después de haber calculado que la recaudación fiscal en 1822 iba a ser de 11 millones de pesos, insuficiente para el funcionamiento óptimo del gobierno, el emperador quiso que 10 millones de pesos fueran destinados al ejercito, su fiel soporte. Como no existía una Carta Magna que especificara los derechos de cada poder, la controversia no pudo zanjarse hasta que Iturbide, de manera arbitraria se atribuyó el poder de vetar las decisiones del Congreso.

 

            Estas disputas le restaron seguidores en el Congreso al emperador y como consecuencia, las ideas republicanas comenzaron a fortalecerse en medio de conspiraciones cuya meta era deponer al gobernante. A más de un año de la consumación de la independencia, Iturbide no podía gobernar su imperio, pues tenía que descubrir conspiraciones y encarcelar diputados subversivos. La única opción de gobernabilidad que encontró fue la disolución del Congreso y su substitución por una Junta de Notables formada por los pocos amigos que le restaban.

 

            El contexto político estaba tan candente que el ejercito consideró que debía intervenir para ponerle fin. Como Iturbide ya no les era de utilidad, en diciembre de 1822 organizaron un levantamiento armado encabezado por Antonio López de Santa Anna. Los levantados firmaron el Plan de Veracruz en el que repudiaban a Iturbide y proponían la república como forma de gobierno. A este levantamiento se unieron antiguos insurgentes de prestigio como; Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo. A inicios de 1823, el emperador, que inicialmente no le había dado importancia al movimiento, ante los hechos consumados, abdico y se exilió con su familia en Italia. Posteriormente Iturbide regresaría a México intentando recuperar el poder, pero fue apresado y fusilado en Padilla, Tamaulipas, en 1824.