Walter Elias Disney, nacido el 5 de diciembre de 1901 en Chicago, Illinois, fue mucho más que el fundador de un imperio del entretenimiento; fue un visionario cuyo legado cambió la forma en que el mundo entiende la fantasía y el entretenimiento familiar. Su vida es el retrato de un hombre que no solo soñó, sino que también trabajó incansablemente para hacer esos sueños realidad, construyendo caminos que hoy siguen impactando al mundo.

Desde muy joven, Walt mostró una inclinación por la ilustración y la creatividad, habilidades que perfeccionó a lo largo de su vida y que lo llevaron a crear a Mickey Mouse, el ratón que se convertiría en un ícono de la cultura global. En 1928, cuando los dibujos animados apenas estaban ganando popularidad, Disney lanzó al mundo su primera animación con sonido sincronizado, presentando a Mickey en el cortometraje Steamboat Willie. Este personaje, sencillo pero cargado de simpatía y valores, capturó los corazones de millones de personas y se convertiría en la piedra angular de lo que hoy es una de las marcas de entretenimiento más poderosas del planeta.
Pero la visión de Walt no se limitó a la animación. En 1937, sorprendió al mundo con la primera película animada en tecnicolor, Blanca Nieves y los Siete Enanitos. Esta obra maestra no solo fue un éxito de taquilla sino también una proeza técnica y narrativa que mostró al mundo el potencial del cine animado para contar historias profundas, emotivas y llenas de vida. Le siguieron otros éxitos, como Fantasía, una apuesta audaz en la que Walt combinó la animación con música clásica, y Bambi, que exploró temas de pérdida y crecimiento en un tono conmovedor y filosófico. Con cada película, Walt Disney fue demostrando que la animación no era solo entretenimiento para niños, sino una forma de arte capaz de transmitir mensajes universales.

A mediados de los años 50, su espíritu innovador lo llevó a embarcarse en un nuevo desafío: crear un lugar donde las familias pudieran sumergirse en el mundo de sus películas. Así nació Disneyland, un parque temático en Anaheim, California, que abrió sus puertas en 1955 y revolucionó la industria del entretenimiento al ofrecer una experiencia inmersiva y mágica en la que niños y adultos podían adentrarse en sus mundos de fantasía. Disneyland no era solo un parque; era una invitación a soñar despiertos, un lugar donde las barreras entre la realidad y la fantasía desaparecían, algo que Walt consideraba fundamental para mantener viva la imaginación en cada generación.
Algunos años después, Walt comenzó a trabajar en lo que sería su proyecto más ambicioso, un concepto llamado EPCOT, o Experimental Prototype Community of Tomorrow, una ciudad utópica y autosuficiente que pretendía ser una muestra de la tecnología y el progreso. Aunque EPCOT no se realizó en vida de Disney, el proyecto reflejaba su interés en el avance tecnológico y su deseo de dejar una contribución tangible a la sociedad más allá del entretenimiento.
A lo largo de su vida, Walt Disney fue más que un simple creador de historias y personajes entrañables. Fue un masón, miembro de los Shriners, una rama de la masonería estadounidense que promovía valores de caridad, servicio y hermandad, principios que sin duda lo inspiraron y que están presentes en muchos de sus trabajos. Sus películas y parques fomentaban ideales de amistad, perseverancia y bondad, resonando con valores que él consideraba fundamentales. La masonería promovía en él el sentido de comunidad y de mejora constante, reflejado tanto en su trabajo como en su vida personal.

El legado de Disney fue reconocido en vida y sigue siendo celebrado en la actualidad. Ganador de 22 premios de la Academia y nominado en 59 ocasiones, Walt fue y sigue siendo una de las figuras más premiadas en la historia de Hollywood. Su muerte, el 15 de diciembre de 1966, dejó una profunda sensación de vacío, pero su influencia en el cine, en la animación y en la cultura sigue viva. Hoy, generaciones enteras siguen inspirándose en su obra y en sus palabras: “Si puedes soñarlo, puedes lograrlo”. Una frase que encapsula su espíritu visionario y su inquebrantable creencia en la capacidad de los sueños para cambiar el mundo.
Aunque Walt Disney partió hace más de medio siglo, su legado continúa inspirando no solo a quienes disfrutan de sus películas y parques, sino también a aquellos que, como él, buscan construir un mundo donde la creatividad, la hermandad y la mejora constante sean los motores que impulsen la humanidad hacia un futuro mejor.